30 microrrelatos de terror - Parte 2
Aquí os dejo el resultado de un reto que me propuse en noviembre. Con un límite de 200 palabras, cada historia es una descarga breve pero intensa de escalofríos (o no tanto).
6 - Al infierno se viene limpio
Salí de la ducha y me colgué la toalla a la cintura. Me eché desodorante en las axilas y puse algo de música. «¿Te apetece una de Koko Taylor?», pensé. Mientras sonaba Evil, agarré el peine y me planté frente al espejo. Mi reflejo tardó unos segundos en imitarme, pero no fui consciente de mi suerte hasta que me sonrió.
7 - La paciencia es la mejor virtud
Algunos rayos de sol se filtraban por la rendija de la puerta, así que me desperté y recordé que aún me quedaban treinta y tres años para salir de prisión.
8 - Los ocho impíos
Tras 24 horas en urgencias, mis manos tiemblan y mi estómago ruge. Apenas he comido nada en horas, entre accidentes de moto, dolores torácicos y peleas de borrachos. Salgo del hospital y, casi sin pensarlo, pido una pizza cuatro quesos en Il Legno Navale, el mejor restaurante italiano de toda Ebron.
Se me hace la boca agua solo de visualizar la mozzarella, el gorgonzola, el parmesano y el provolone uniéndose en una amalgama grasienta y perfecta. Me tumbo en el sofá y dejo Cosmos como ruido de fondo. El murmullo del televisor de tubo me relaja.
Para cuando llega el repartidor, ya llevo minutos salivando al imaginarme cómo mis glándulas explotarán en un estallido doloroso ante el primer bocado. Me despido del joven, le doy cincuenta céntimos de propina y vuelvo al sofá. Carl Sagan dice algo sobre las estrellas y el polvo. Abro la caja de cartón corrugado, carraspeo y una gota escapa de mi lagrimal izquierdo. Ahí están, como parásitos tropicales en el pelaje de un carnero: ocho trozos impíos de piña sobre el queso sagrado.
9 - Polaroid
Golpearon la puerta tres veces. Cuando abrí, solo vi un sobre. Dentro, había una foto, vieja y gastada, donde salía yo… cogiendo el sobre.
10 - Cinco son multitud
Llegué a casa con mucha resaca y poca dignidad. Dos bultos bajo el nórdico indicaban que mis padres aún dormían. Giré hacia el corredor, anduve hasta el fondo y abrí la puerta de mi habitación. Mis padres, agazapados en una esquina junto a mi cama, me hicieron un gesto de «silencio».
¡Muy buenos! 🤯