30 microrrelatos de terror - Parte 5
Aquí os dejo el resultado de un reto que me propuse en noviembre. Con un límite de 200 palabras, cada historia es una descarga breve pero intensa de escalofríos (o no tanto).
21 - Hasta que la muerte nos separe
Lara despertó sobresaltada y miró a su marido, que aún dormía. Estaba helada de frío.
—Soñé que alguien nos observaba desde la ventana.
Su marido abrió los ojos, pálido.
—Yo también, cariño.
Ambos giraron la cabeza. La ventana estaba abierta de par en par. Era diciembre.
22 - Fin de turno
El zumbido de las luces del corredor me acompañó mientras me ajustaba la chaqueta. Había sido un turno eterno en el hospital psiquiátrico. Al llegar a la puerta de salida, empujé el manillar. No se movió. Lo intenté de nuevo, con más fuerza. Nada. «Qué raro», pensé, buscando al guardia. Fue entonces cuando escuché un susurro.
—Emma.
Me giré. Nadie. Un escalofrío recorrió mi espalda. Mi respiración se aceleró.
—Emma, por favor.
Corrí por el pasillo vacío mientras mis zapatillas resonaban en el suelo de linóleo. La voz me seguía llamando. Ahora lo hacía a gritos. Entonces me detuve y di media vuelta. Dos figuras corpulentas emergieron de la penumbra. Uno de ellos, un hombre con bigote, dio un paso al frente.
—Emma, vuelve a tu habitación ya —dijo—. Tienes que tomarte la medicación.
Sentí que todo mi cuerpo se tensaba. Bajé la mirada y vi algo que no debería estar ahí: una pulsera en mi muñeca con un número y mi nombre. Mi corazón dio un vuelco. Entonces me fijé en lo que llevaba puesto. No era mi uniforme. Era un pijama, el mismo que usan los pacientes.
23 - Cuidado con lo que escribes
Peter hizo lo de siempre. Se puso el batín de algodón, se sentó en el sofá y escribió. Sorbió un poco de té y puso ruido blanco de fondo. Su gato Jonesy se acercó, se colocó a dos patas y usó su gemelo izquierdo para desperezarse mientras ronroneaba. Fuera, la ciudad ardía. El humo ascendía en espiral hasta mezclarse con las nubes. Peter tosió. El olor a azufre se le clavaba en la nariz y le impedía respirar con normalidad.
Miró al techo y levantó una ceja. Decidió escribir algo así como que una nube de tormenta se posaba sobre la ciudad y apagaba el fuego. No funcionó. Ya no funcionaba nada. Arrugó el morro y mantuvo su dedo índice a pocos centímetros del teclado.
¿Cómo podría remediarlo?
Se oyó un estruendo. Segundos después, una onda expansiva rompió la ventana y esparció los cristales de manera violenta por todo el salón. Jonesy dio un respingo y huyó hacia la cocina. Peter se llevó la mano a la sien. Un líquido emergía de manera pulsátil de su cabeza. Ya era tarde y al joven se le agotaban las ideas. Echó un vistazo al portátil y maldijo. Lo cerró de golpe, se levantó y fue hasta la ventana rota. Miró hacia abajo. Una niña tiraba del brazo a un señor mayor que yacía en el suelo, calcinado. Peter sacó el portátil por la ventana y lo dejó caer. Miró al horizonte. Esperó unos minutos. Nada. Mientras se arrepentía de haber pactado con Azazel, el joven se agachó, tomó un trozo de cristal del suelo, colocó la parte más afilada contra su yugular y rezó para que eso sí funcionara.
23 - ¿Qué hay en la caja?
Cuando el personaje de Brad Pitt abrió la caja, rio a carcajadas y sacó un patito de goma del interior. Cambié de canal. Stallone era Terminator y decía: «Confi, tío», a un John Connor interpretado por Tobey Maguire. Cambié de nuevo. En las noticias, una emocionada presentadora celebraba la victoria de Marilyn Monroe como presidenta de los Estados Unidos. Al fondo, un Einstein envejecido aplaudía desde el Congreso. Fui a la cocina y abrí la despensa. Vi un ratón leyendo un periódico en miniatura sobre los cartones de leche. Entonces me di cuenta de que algo no encajaba.
24 - De chiste a microrrelato I
Van dos y arde de forma espontánea el de en medio.
25 - De chiste a microrrelato II
Un pez le pregunta a otro pez:
—¿Qué hace tu padre?
—Nada —responde—. ¿Y el tuyo?
—No lo sé. Me abandonó cuando era niño. Recuerdo que me llevó a un sitio oscuro, donde el agua estaba helada y las sombras parecían garras. Me dijo que esperara, que volvería pronto, pero no lo hizo. A los días, tocó a la puerta del arrecife. Mi madre y yo nos alegramos mucho, al menos al principio. Su cuerpo estaba hinchado. Sus ojos, vacíos. Algo lo movía desde dentro, como si lo usaran. Devoró a mi madre. Yo logré huir… y aquí me tienes.
Qué buenos! Me han gustado mucho! El mundo puede ser un lugar extraño y diferente, pero cuando ves a un ratón leyendo el periódico ya no queda duda! Es la clave de todo! 🖤
😱😱😱 que pasada. El de los peces me ha dejado incómodo jajajajaja