30 microrrelatos de terror - Parte 3
Aquí os dejo el resultado de un reto que me propuse en noviembre. Con un límite de 200 palabras, cada historia es una descarga breve pero intensa de escalofríos (o no tanto).
11 - Divino tesoro
Justo después de percatarme de que la cuna estaba vacía y la ventana abierta, me llamaron al móvil.
—¿Hola? —dije, tratando de sonar entero.
—Demasiado tarde —respondió.
12 - Fuera de cobertura
Cuando por fin estaba dejando atrás la vigilia, sonó mi móvil. Era mi madre. «Qué raro», pensé. Mi madre lleva muerta siete años.
13 - El universo en una olla
En el vacío primordial, una explosión cósmica dio nacimiento a estrellas y galaxias y tejió el tapiz del universo. Entre incontables astros, la Tierra se formó, convirtiéndose en un mosaico de océanos y continentes en constante cambio. En este escenario, emergió la vida, y de ella, el ser humano.
Aprendió a cazar y a recolectar lo que la naturaleza le brindaba. Dominó el fuego, que iluminaría su camino hacia el progreso. Se arraigó a la tierra y domesticó plantas y verduras, a las que moldeó de mil formas y sabores. Más tarde descubrió las especias, secretos aromáticos de la tierra, que enriquecerían sus platos.
Fruto de cada uno de estos pasos, el universo implosionó en una olla y dio lugar a su mayor hito. Desde las estrellas hasta el fuego, desde la tierra hasta la mesa, cada ingrediente cuenta una parte de la odisea del todo en un buen guiso con setas. Lo trágico es que, aquella noche, las setas resultaron ser venenosas.
14 - Terrent
Descendiendo hacia las mazmorras, el aire se volvía más frío y viciado. Los interminables pasillos subterráneos, iluminados únicamente por el destello de unas lámparas de aceite, desembocaban en unas antiguas celdas. Al final de las mazmorras, en el receptáculo más recóndito de todos, una figura etérea parecía cobrar forma. Era una presencia apenas visible que se movía con lentitud entre las sombras, sin rumbo.
El espectro, una vez débil y casi olvidado, iba ganando fuerza progresivamente, nutriéndose del creciente terror que se apoderaba del pueblo. Cada sobresalto, cada latido de pánico y cada gota de miedo eran absorbidos por él en un flujo invisible pero ininterrumpido que iba desde cada habitante de Cemora hasta lo más profundo de la mansión.
En esa noche tormentosa, la mansión Cerasi no era solo un bonito monumento del pasado, sino un caldero en ebullición donde se cocinaba miedo y pavor a partes iguales, dejando en evidencia que algunas criaturas, aunque antiguas, nunca mueren del todo.
15 - La vieja Margarita
Los Román y los García se enzarzaban en interminables pleitos a causa de sus tierras; las costureras discutían sobre quién daba la mejor puntada; y los niños competían por ver quién lanzaba la naranja con más tino contra el abdomen del pobre Luis —a quien todos llamaban «el inocente»—. No obstante, todos los habitantes de Lerma coincidían en que Margarita era una buena persona. Solía saludar con un cortés «buenos días», ayudaba a los alpargateros con las trenzas de esparto y asistía a Julián, el molinero, con la limpieza del grano.
Una tarde, fue a la carnicería de Jonás y eligió los mejores cortes de cordero.
—Margarita, lleva usted un quintal de carne.
Con la cesta de mimbre cargada hasta las asas, la anciana volvió a casa cantando copla. Al llegar, cerró la puerta y bajó al sótano. Detrás de las jaulas, los niños miraban la cesta mientras salivaban y se retorcían. Sin mediar palabra, Margarita vació la carne cruda entre los barrotes, y los niños se lanzaron como hienas para ver quién daba el primer bocado.
Muchísimas gracias, compañero.