De zombis, águilas calvas y robots posapocalípticos #1
Os cuento, de manera muy resumida, cómo pasé de leer Harry Potter bajo una escalera a intentar ser escritor.
¿Quién soy?
Vaya pregunta, ¿verdad? Podría ser meramente descriptivo o quedarme en lo superficial o quizá podría hablaros de mis deseos, sueños o metas. Creo que me dejaré guiar por mis dedos e iré haciendo un gazpacho con las palabras que vaya echando a la olla. Allá voy.
Soy Tom Soren. A día de hoy trato de ser escritor. Tengo otro trabajo que me da sustento y del que no os voy a hablar, vivo en un pequeño barrio que no os interesa demasiado y tengo algunos libros de no ficción publicados sobre una disciplina profesional —mi disciplina— que os aburrirían sobremanera.
¿Cómo empezó todo esto?
Empecé a escribir en el instituto. Me encantaba que Don Adam West —mi profesor de lengua de la ESO y al que vamos a llamar así por respeto a su intimidad— nos mandara redacciones para casa. Hubo una que escribí que aún sigo buscando hoy en día. La tenía guardada en un viejo VAIO, un Intel Pentium III —un pepino a inicios de siglo—, cuya información murió tras abrir un mail vírico que recibí de un compañero de clase (descansen en paz textos, vídeos y juegos en formato ROM, almacenados y cuidados desde 2002 hasta 2004). Estoy convencido de que hice un par de copias en físico de la redacción: una para Don Adam West y otra para mi autocomplacencia. No recuerdo muy bien cuál era el tema a tratar en el escrito, pero sí que ocupaba unas tres o cuatro páginas en tamaño A4. Imagino que usé Arial o Times New Roman y, por supuesto, Comic Sans en el título: Los Escullos.
Como ya había leído mucha fantasía y algo de terror, creí que debía comenzar con un prólogo breve y chocante —aunque fuera un relato de 3.000 palabras— que sirviera como premisa de lo que podría encontrar el lector según avanzara en el texto. ¿Qué se me ocurrió? Que cuatro amigos se fueran de fin de semana a una casa rural en Los Escullos, un pueblucho de algún lugar que nunca situé en el mapa. Los cuatro morían la primera noche por un ataque zombi. Me lucí con la descripción del muerto viviente, o eso pensé en ese momento, aunque seguro que escribí algo con muchos adjetivos, demasiados adverbios y que hice uso de alguna metáfora sin sentido: «El ser, iluminado por la tenue luz de la luna blanca, se acercaba lentamente hacia los chicos temerosos. Sus ojos eran negros como la profundidad de la noche en un mundo olvidado. Lentamente, siguió su marcha fascinante». ¡Bravo, Tom Soren de 12 años!
Después, una familia se mudaba a una mansión enorme, justo en el centro del pueblo. Marido, mujer y dos hijos: nena mayor y nene menor. Escribí algo sobre la mudanza, sobre uno de los mozos que llevaba el camión y sobre una conversación entre nena mayor y nene menor. Después continué con un hecho perturbador: un águila calva atravesaba la ventana del dormitorio del matrimonio mientras dormían. ¿Por qué?, ¿qué sucedió después? Nunca lo supe.
El caso es que le di el relato a Don Adam West tras el fin de semana. El hombre tenía el pelo negro y de rizo corto, muy denso —un sotobosque—, que le nacía junto a las cejas. Era bajito y tenía voz de desayunar Ducados Negro y de cenar Terry Centenario. Me caía bien. Le encantó mi relato. Tanto, que me preguntó si de verdad lo había escrito yo.
—Claro, Don Adam West. ¿Quién si no?
—Tus padres —respondió, al tiempo que se sacaba un cigarro del bolsillo de la camisa.
Debía hacer algo ante las sospechas infundadas de mi profesor, pero el destino lo hizo por mí. Un tiempo después, en el que estábamos viendo las tragedias en clase, o el Romanticismo o yo que sé —no me acuerdo—, llegó mi oportunidad. Nos mandó otra redacción. Teníamos que terminarla en una hora, ¡y en clase! «Esta es la mía, Don Adam West», me dije, y escribí algo así como un trasunto de Romeo y Julieta posapocalíptico y con robots de por medio. Infalible. Saqué un diez —recordad que se usa el «saqué» si es nota positiva y el «me puso» si es negativa.
Antes de eso, y después de leer infinidad de tebeos: Dragon Ball, El Capitán Trueno, El Jabato o Mafalda entre muchos otros, empecé con Pesadillas, de R.L. Stine. Leí Aliento de vampiro en el autobús del colegio. Después seguí con algunos libros que nos hacían leer en clase —y entre los que se echaba en falta alguno de Roald Dahl—. Ninguno despertó en mí un verdadero interés por la lectura. Una tarde, fui a una librería con mi padre y vi un libro: Harry Potter y la cámara secreta, de la editorial Emecé. Llegué a casa, empecé a leer y no entendí una mierda. Nada tenía sentido. En mi defensa, he de decir que la editorial no puso ningún «2» en la portada ni en el lomo del libro. Un tiempo más tarde —que serían días según la percepción de un crío de 9 o 10 años—, mi amigo Armand (nombre inventado) me dijo que, en Inglaterra, los niños preferían un libro en concreto a una Playstation. Ese libro era Harry Potter.
—Y una mierda, Armand. No me lo creo. Yo me lo he empezado y no se entiende nada.
—¡Que sí! —exclamó—. Ya verás, cabezón. Mira, léetelo un rato en el recreo —dijo mientras me cedía el tomo.
Entonces descubrí que mi ejemplar era una segunda parte y que la primera, la de mi amigo, se titulaba Harry Potter y la piedra filosofal. Tras el sonido de la sirena, y con el libro en la mano, esperé a que mis compañeros salieran al recreo. Anduve agachado, para que no me vieran desde fuera, y me quedé bajo la escalera del primer pabellón, leyendo. Al llegar a casa, esa misma tarde, le pedí a mi padre que me comprara un ejemplar, ¡que nada de Playstations! Leo mucho desde entonces.
¿Qué busco?
Busco una comunidad de lectores. No sé qué puedo ofreceros que no den otros, pero os prometo dar lo mejor de mí. Escribir es lo que me hace feliz y sería un puto sueño vivir de ello. Os invito a acompañarme en el camino.
¿Qué podéis esperar de mí?
Cualquier cosa relacionada con el terror y la fantasía. Aún sigo en busca de mi estilo —si os soy sincero—, pero creo que suelo tender hacia lo humorístico y lo juvenil.
Si luego el contratante, aquí denominado Tom Soren, decidiera retractarse, innovar o, en su defecto, escribir sobre la fugacidad de la vida en vez de sobre pactos demoníacos o perros alados, dicho cambio no invalidará los efectos de este acuerdo tácito entre las partes. Así, cualquier texto futuro será considerado parte de la narrativa ampliada y no un acto de incumplimiento de estilo o tono, excepto si implica unicornios, lo que requerirá firma y aprobación explícita de la musa inspiradora.
¿Tengo algún libro publicado?
No —al menos, no de ficción—. Sí envié el borrador de una novela a algunas editoriales hace un mes. Siempre me han encantado los fines de semana. Ahora se me hacen un poco cuesta arriba porque sé que no tendré ningún correo de respuesta un sábado ni un domingo. Al menos, los lunes se han hecho algo más emocionantes.
Echadle un vistazo al post de abajo si queréis saber cómo continúa la historia.
Intrigada y enganchada. Con ganas de seguir leyéndote 🥰
Hola Tom,
pues yo he leído mucho pero a la fantasía llegué ya mayor porque me compré una serie de Literatura Fantástica que vendían en el quiosco, entre la que estaba Añoranzas y Pesares que estoy ahora leyendo en el podcast pero también las Historias de la Dragonlance o el Elfo Negro. Poquitos años después, mi hermana, para Navidad me compró el Señor de los Anillos en inglés, que me leí en 15 días...
Luego empecé a escribir en cuadernos y hojas de sucio y tengo bastante de la historia escrita de esa forma aunque de forma desordenada. Así que el pasado abril me decidí a contarla en un blog...
Creo que básicamente todos tenemos un camino común... aunque no sea 100% igual.