¡Buenas!
Hoy quiero compartir con vosotros un aspecto inherente al «oficio» de escribir: el rechazo —el editorial en este caso—. Hace meses —seis van a hacer— envié varias propuestas a sendas editoriales sobre mi primera novela: El despertar del lucerna y, hace bien poco, recibí una única respuesta. En el asunto del mail se leía: «Manuscrito El despertar del lucerna. Enviado por Inventada editorial».
—¡Aura! ¡Me han respondido de Inventada editorial!
Mi mujer salió de la ducha, aún empapada, e irrumpió en mi despacho —lo llamo así para darle cuerpo, pero es una habitación con un portátil, un piano y una PlayStation 4—. En ese momento, lo último que nos preocupaba eran los charcos o las huellas de sus pisadas sobre el linóleo.
—¡Pero ábrelo! ¡Ábrelo, muchacho! ¡Venga, tira! —Por lo que sea, mi mujer me tiene mucha confianza y me habla de esta guisa.
Obedecí:
Buenos días, Tom,
Ante todo, gracias por enviarnos tu manuscrito. Para nosotros es importante que los autores penséis en Inventada para publicar vuestras historias, de verdad. Sin embargo, tras una lectura hemos considerado que tu propuesta no acaba de encajar con el tipo de libros que estamos buscando.
No obstante, esperamos que tu manuscrito encuentre pronto un hogar y, si más adelante tienes alguna otra propuesta editorial que crees que puede encajarnos, estaremos más que encantados de valorarla para su posible publicación.
De nuevo, muchas gracias, y ¡muchos ánimos para seguir escribiendo!
Inventada editorial.
Nuestros maseteros se fueron destensando a medida que íbamos avanzando en el cuerpo del correo. Sentí una mano cálida en mi hombro izquierdo.
—¿Cómo estás?
«Buena pregunta, Aura», pensé.
—Buena pregunta, Aura —dije—. La verdad es que no lo sé. No del todo.
Y no mentía. Si bien es cierto que la reacción al ver el asunto fue de euforia —una similar a cuando colgaban las notas de la uni—, la sensación fue mutando a medida que mis ojos iban avanzando por cada uno de los párrafos que componían la respuesta. ¿Lo importante? Que, al final, y después de unos segundos para orientarme de nuevo tras la hostia, no me sentí mal. Ni decepcionado ni dolido. Mi estado de ánimo tampoco alcanzó el polo opuesto, por supuesto. Imagino que debí pasar por las cinco fases del duelo en esos instantes, y alcancé la aceptación justo cuando sonó el golpe seco de la pantalla del portátil al impactar contra el teclado.
Aura extendió los brazos. Entendí el mensaje, me levanté de la silla giratoria y la abracé:
—¡Mi madre es un demonio lo va a petar, ya verás! —me consoló.
Asentí.
—Esperemos que sí, cariño —añadí, no muy convencido, y Aura volvió al cuarto de baño a terminar lo que había empezado.
Me orienté hacia el piano, en cuya octava más grave suele descansar mi teléfono mientras lo cargo —cosas de no tener espacio—. Tomé el móvil y les envié un guasap a
y a para contarles lo sucedido.«Las editoriales buscan obras que no solo sean de calidad, sino que además encajen en sus catálogos de manera estratégica. Esto no siempre tiene que ver con la calidad del manuscrito en sí, sino con las tendencias del mercado, ¿verdad? También con las necesidades específicas del público lector de la editorial y, por supuesto, con el timing. Este anglicismo es como para tenerlo muy en cuenta».
No les envié esto. No recuerdo qué les dije, si os soy sincero —quizá la captura de pantalla con el mail y poco más—. De lo que sí me acuerdo es de la respuesta de Vane: «Lo sigues intentando o lo publicas tú», y del audio de varios minutos de Iman. No os lo voy a resumir, pero sí os garantizo que, al terminarlo, esbocé una sonrisa que se asentó en mi rostro y me acompañó durante toda la tarde.
¿Qué sigue después de un rechazo? ¿La claudicación? No. Obvio que no.
«Le daré las vueltas que haga falta al manuscrito de El despertar del lucerna, pero hoy no. Tampoco mañana. No es tiempo de lucernas, sino de demonios», me dije.
Para cuando leáis estas palabras, Mi madre es un demonio ya reposará en la Ciudad Condal, donde un valiente dúo de lectoras beta —Iman y Vanessa, again— estará listo para sumergirse en sus páginas y ayudarme a pulir la historia de Samael Sulfureda del Tormento Sánchez. Historia que comienza tal que así:
Mi amigo Domingo siempre decía que me consideraba un chaval simpático y estúpido a partes iguales. Me llevó catorce años darme cuenta de que mi madre era un demonio, así que supongo que tenía razón. Quizá debería haber sospechado por el permanente olor a azufre en su habitación, la longevidad de nuestro gato Lucifur —ya estaba vivo antes de nacer yo— o las constantes preguntas sobre quiénes en mi instituto seguían siendo vírgenes.
¿Qué más os puedo decir sobre Mi madre es un demonio?
Pues que combina elementos de fantasía urbana, humor —a veces negro— y novela de aprendizaje. A través de la perspectiva de su narrador en primera persona, la obra explora la intersección entre lo mundano y lo sobrenatural de una manera cómica y —a menudo— absurda.
Algo así pondré en mi futura propuesta editorial, imagino. Aquella que enviaré a Inventada editorial y por la que aguardaré seis meses para una respuesta —probablemente negativa.
A todos los que os tomáis la molestia de leerme cada fin de semana, os invito a comentar el post y a seguir leyéndome —y a un par de quintos de Estrella Galicia si algún día os veo.
GRACIAS
Si os gusta leer sobre mí o mi vida, echadle un vistazo a los posts de abajo:
Tom estoy seguro de que al final triunfarás. Tu escritura es artesana y profunda. Eso se nota, y se percibe. No conozco el mundo editorial ni sus motivaciones, si al final te decides, quizás sea buena la opción de autopublicar en alguna editorial. Sigo por aquí a Samuel Domínguez y acaba de hacerlo en Platero editorial. No soy quién para darte consejos, simplemente me encantaría ver tus novelas publicadas, sólo eso. Mucha suerte en tu aventura. Seguro que la tienes.
Tom, eres un gran escritor, y que una editorial haya respondido, aunque sea con un rechazo, significa que te han leído y han considerado tu obra. Eso ya es más de lo que muchos consiguen. Sé que no es fácil recibir un “no”, pero también sé que esto no define tu valía ni la de tu novela. Publicar es un camino lleno de tropiezos, pero también de oportunidades, y estoy convencido de que la tuya llegará. El despertar del lucerna encontrará su hogar, solo es cuestión de tiempo. Mientras tanto, sigue escribiendo, porque el mundo necesita historias como las tuyas. ¡Mucho ánimo y adelante!