De madres demoníacas, Men's Health y Robin Williams #6
Sobre Asmodea Sulfureda del Tormento Sánchez y otros demonios.
¿Recordáis el relato de abajo? Pues acabo de terminar una novela basada en el mismo.
En mi lista de Spotify a la que un día nombré Escribir y que, como supondréis, utilizo para… escribir, acaba de sonar You're Not the Cursed One de la película The Dressmaker —La Modista en español—. Al oírla, pienso: «Dios, qué temazo. Ya tengo el mood perfecto la última página de mi novela: Mi madre es un Demonio». Ese estado de ánimo se intensifica en mis vísceras y asciende hasta mi pecho, escalando a bocados. La onda expansiva recorre mis brazos y llega a mis dedos, que comienzan a martillear el teclado de mi viejo Acer de 14 años —aún va como un tiro—. Toma el testigo Cosmos Main Title. «Siga usted, caballero», me digo (a pesar de tenerme mucha confianza suelo hablarme con igual respeto).
Sin caricias ni preliminares ni previo aviso, escucho:
¡Únete al reto Men's Health y conviértete en tu mejor versión!
Lo primero que pienso es que la frase del anuncio se parece demasiado a una que he escuchado muchas veces en En tapa blanda, el increíble pódcast de mis queridas
y . Lo segundo, que el algoritmo —si es que lo hay— no me conoce del todo bien. Lo tercero que viene a mi mente es: «podría pagar la suscripción de Spotify de una puta vez». Es en ese instante cuando recuerdo que, hace un par de meses, alguien me dijo que no podía considerarme un escritor porque no tengo nada publicado. Me cago en él de forma figurada y me retiro al baño para hacerlo de forma literal. Tras unos minutos de esfuerzo, regreso a mi despacho (por llamarlo de algún modo) y miro por la ventana. Una bruma densa acaba de tragarse la pinada frente a mi casa. Pongo mi mano derecha en guisa de visera —como si la niebla me cegara— y atisbo algo: un hombre haciendo footing —o jogging, o como hostias se llame ahora—. Taitantos, equipación de Decathlon completa y pelo largo —rubio y ralo—. Pasa del trote cochinero al galope hípico en pocos segundos. «Si termino pronto, podría salir yo a correr».¡Ponte en marcha con Men's Health!
«¡Hostias! —me quejo—. No se distraiga usted».
Suena A Single Drop of Magic de Borislav Slavov —no creo que sea de Orihuela— y empieza a llover —agua, que no magia.
«Venga, señor. Que el comercial de esa revista de autoestimulación para hombres ya se fue a la mierda. ¡Escriba!».
Continúo con la banda sonora de The Last of Us y evoco aquellas mañanas en las que jugaba a esa obra maestra. Una brisa de Nostalgia —la hermana bondadosa de Melancolía— despeina mi cabello virtual y me trae el aroma a café recién hecho con notas de avena y canela —no es por ponerme místico; es que me tomaba así el café en aquella época.
«Prosiga, señor —me insto—. Esto va a gustar. Siga, siga».
Y eso hago, impulsado por las manos de Gustavo Santaolalla, músico y compositor argentino del que oí o leí que no sabe solfeo —creo que tiene un primo segundo canario que hace divulgación sobre física cuántica.
«Un puto párrafo y termina usted la novela» —me guardo respeto, sí, pero si hay que soltar un taco, se suelta.
Me asalta otro anuncio. No sé qué publicita, pero una voz femenina canta el Cómo me las maravillaría yo de la tía abuela segunda —por parte de padre— de Vanessa: Lola Flores. «No está mal, pero la Faraona lo hacía mejor», pienso. Mi mujer irrumpe en mi despacho para preguntarme algo sobre el pan de centeno. Acto seguido, me muestra un vídeo de TikTok en el que unos huskies siberianos imitan la voz humana. Me río —esos vídeos de mierda son mi criptonita— y le guiño un ojo.
Estoy solo de nuevo con mi lista de Spotify. John Williams me da una hostia de canto. Me sobresalto ante los trombones, trompetas y tubas de la fanfarria de Superman. Decido pasarla. No me malinterpretéis. Me encanta el tema, pero necesito NO tener un infarto agudo de miocardio para terminar la novela.
«Una última frase, caballero».
Suena Jumanji, de James Horner. Aún sigo sin poder ver la película —ni Hook ni Flubber ni El club de los poetas muertos ni Señora Doubtfire—. Menos mal que Aladdin la escuché en castellano.
Qué buen trabajo el de Josema Yuste doblando al genio, ¿verdad?
Se me aparece el rostro fantasmagórico de Robin Williams y lloro. Imagino que algún día lo superaré.
¡Melancolía, la hermana malvada de Nostalgia, ha vuelto a la ciudad!
Tras un par de pucheros —soy muy sentimental—, me seco las lagrimas, limpio con la manga de mi pijama los restos de ectoplasma sobre el escritorio y tecleo:
FIN
Quiero hacer mención a tres personicas de Substack que comentaron algo en el relato primigenio:
, y . También deseo dar las gracias a aquellas que me aconsejaron continuarlo y digievolucionarlo en el manuscrito que es a día de hoy. Esas personas son y mi mujer.Sin vosotras nunca habría escrito esta novela —que sé con certeza que va a hacerme rico—. Tendréis un cameo en la serie de HBO. La dirigirán los Javis, by the way.
GRACIAS
Si os gusta leer sobre mí o mi vida, echadle un vistazo a los posts de abajo:
Ya es público! Tenemos cameo asegurado eh! Cuando seas rico no te eches pa'tras.
Seguro será un pedazo de novela, como el relato primigenio. Me alegra haberte aportado algo de aliento para la carrera. Felicidades, Tom! Esperaré sentada para preordenar 🙃